lunes, 29 de abril de 2013

Desconfianza

Cómo en muchas historias de espías, de policías y corrupción, las cosas no son lo que parecen. Hay un grupo de personas, tocadas por unas virtudes humanas y espirituales, que tiene el cargo de "verdaderos creyentes". 
En su impostura, nos dicen que reciben el cargo con humildad, con la misión de dar luz en medio de las Tinieblas.
Algunos de ellos han tenido la osadía de decir que esa misión es una llamada especialmente dirigida por Dios a ellos.
El Espíritu, le llamen Santo o no, se posó sobre sus vidas y, sin pretenderlo, han sido capaces de abrirnos los ojos a las verdades escondidas desde antiguo. Esas verdades lo son por la evolución del conocimiento humano, por la Ciencia, o lo son por recibir al mandato divino de renovar a la Iglesia a su mensaje evangelio puro que se desvió, nada más ni nada menos, desde los primeros años del cristianismo. Y nace la sospecha de que la Iglesia no es la depositaria cierta de la Tradición apostólica. Es una institución como otras al vaivén de la Historia. Ya no sólo basta con esta bautizado, confirmado. Hay que pasar por un curso de adoctrinamiento militante que variará según que lugar de esa Iglesia te haya tocado vivir. Cruzas la calle y puede pasar de un universo de ideas a otro sin que nadie lo remedie. Si te toca en la infancia y en la adolescencia, el daño parecería irreparable. Y eso es parte del mal que el Diablo ha colado: la desconfianza. Y eso es el meollo de la cuestión. Lo victoria más querida por el Demonio es la desconfianza, el apartarnos de Dios y esconder su capacidad para ser protagonista de nuestras vidas.
Esta desconfianza ataca directamente a la virtud de la Esperanza.
La entrada, hasta aquí, es del 2013. Hoy en el 2015, las cosas vuelven a estar más interesantes. Ahora los verdaderos creyentes han perdido el respeto y la vergüenza. Pero son cada vez menos.

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